martes, 11 de abril de 2017

“EL AMOR A LA PATRIA”

Péndulo político 15-2017

El amor a la patria es el medio más eficaz, porque, como ya he dicho, el hombre es virtuoso cuando su voluntad particular es en todo conforme a la voluntad general y quiere aquello que quieren las gentes que él ama. “En fin, toda la habilidad de esos grandes políticos consiste en fascinar de tal modo a aquellos de quienes necesitan, que todos creen trabajar por su propio interés cuando en realidad trabajan por el de ellos. Digo el de ellos, en tanto y en cuanto el verdadero interés de los jefes consista en aniquilar al pueblo a fin de someterlo y arruinar su bien, asegurándose su posesión. Más cuando los ciudadanos aman el deber y los depositarios de la autoridad pública se aplican sinceramente a nutrir ese amor con su ejemplo y sus cuidados, todas las dificultades se desvanecen, y no es difícil administrar sin ese arte cuyo único misterio es la malicia. Mientras haya ricos querrán distinguirse de los pobres y el Estado no podría obtener una renta menos onerosa ni más afianzada que sobre la base de tal distinción. Por igual razón, la industria no tendría nada que temer de un orden económico que enriqueciera las Finanzas, reanimase la Agricultura aliviando al labrador, y acercase insensiblemente todas las fortunas a ese término medio que fundamenta la verdadera fuerza de un Estado. El poder según Michel Foucault https://youtu.be/ulwv9xhxMRU vía @YouTube

La ambición misma es entonces deseada más bien por deber que por usurpación: el pueblo, convencido de que sus jefes trabajan sólo en pro de su felicidad, les dispensa por deferencia de trabajar para afianzar su poder, y así la historia nos muestra en mil ocasiones que la autoridad que el pueblo otorga a aquellos que ama y por los que es amado, es cien veces más absoluta que toda la tiranía de los usurpadores.[1] Esto no significa que el gobierno deba tener miedo de usar su poder, sino que debe usarlo legítimamente. Mil ejemplos dan la historia de jefes pusilánimes o ambiciosos, vencidos por desidia o por orgullo, pero ninguno que haya acabado mal por limitarse a ser equitativo. Mas no debemos confundir moderación con negligencia, ni dulzura con debilidad. Ser justo exige ser severo; soportar la maldad que se puede reprimir con derecho es como ser malvado con uno mismo.

El amor a la patria es el medio más eficaz, porque, como ya he dicho, el hombre es virtuoso cuando su voluntad particular es en todo conforme a la voluntad general y quiere aquello que quieren las gentes que él ama. Cuando Atenas ya estaba perdida, Sócrates no tenía más patria que el mundo entero; Catón llevó siempre su patria en el fondo de su corazón; sólo vivió para ella y no pudo sobrevivirla. La virtud de Sócrates es la del más sabio de los hombres, pero entre César y Pompeyo, Catón parece un dios entre mortales. El primero instruyó a algunos particulares, combatió a los sofistas y murió por la verdad; el segundo defendió el Estado, la libertad y las leyes contra los conquistadores del mundo y finalmente dejó la tierra cuando ya no vio patria alguna a la que servir. Un digno discípulo de Sócrates será el más virtuoso de sus contemporáneos; un digno émulo de Catón será, de aquéllos, el más grande. La felicidad del primero será su virtud, mientras que el segundo buscará la suya en la de todos. Nosotros seríamos instruidos por uno y guiados por el otro, lo cual bastaría para decidir la preferencia, pues nunca hubo un pueblo de sabios pero es posible lograr que un pueblo sea feliz.

“ ¿Queremos que los pueblos sean virtuosos?, empecemos pues por hacerles amar a la patria; pero ¿cómo podrán amarla si para ellos la patria no representa algo distinto de lo que representa para los extranjeros y ella sólo les da lo que a nadie le puede negar? Sería aún peor si el pueblo no pudiera gozar ni siquiera de la seguridad civil, quedando sus bienes, su vida o su libertad a discreción de los poderosos sin que al pueblo le fuera posible o permitido atreverse a reclamar las leyes.

Sometido así a los deberes propios del estado civil, privado incluso de los derechos del estado de naturaleza, y sin poder defenderse por la fuerza, el pueblo se vería reducido a la peor condición en la que un hombre libre pueda verse y la palabra patria sólo tendría para él un odioso y ridículo sentido.”ROSSEU.

Para encontrar ejemplos de la protección que el Estado les debe a sus miembros y del respeto que le debe a sus personas, se han de buscar tan sólo en las más ilustres y arrojadas naciones de la tierra, pues casi sólo en los pueblos libres se conoce el valor de un hombre. Sabemos cuánta perplejidad embargaba a toda la república de Esparta cuando había que castigar a un ciudadano culpable. En Macedonia, la vida de un hombre era asunto de tanta importancia que su poderoso monarca Alejandro, con toda su grandeza, no se hubiera atrevido a ordenar la muerte de un macedonio criminal mientras el acusado no hubiese comparecido ante sus conciudadanos para defenderse y no hubiese sido condenado por ellos. Pero fueron los romanos quienes se distinguieron de todos los pueblos de la tierra por los miramientos del gobierno para con los particulares, así como por su escrupuloso cuidado en respetar los derechos inviolables de todos los miembros del Estado.

La belleza del gobierno depende de que quienes nos obedecen puedan honrarnos. Por lo tanto, respetad a vuestros conciudadanos y os haréis respetar; respetad la libertad y aumentará vuestro poder; no sobrepaséis vuestros derechos y éstos se harán ilimitados. Sea pues la patria como una madre para los ciudadanos, de modo que las ventajas que éstos disfrutan en su país les haga amarlo. Que el gobierno les deje tomar parte en la administración pública para que se encuentren como en su casa y sólo vean las leyes como garantes de su libertad. Estos derechos, en todo su esplendor, pertenecen a todos los hombres, pero, aun sin apariencia de atacarlos directamente, la mala voluntad de los jefes los anula fácilmente. La ley de la que se abusa, tanto sirve al poderoso de arma ofensiva como de escudo contra el débil, y el pretexto del bien público es siempre el más peligroso azote del pueblo. Lo más necesario y quizá lo más difícil del gobierno, es esa severa integridad que busca la justicia para todos y principalmente la protección del pobre contra la tiranía del rico. El mayor mal está ya hecho cuando existen pobres que defender y ricos que contener. La fuerza de las leyes se ejerce tan sólo sobre la equidad, pues son igualmente impotentes ante los tesoros del rico y ante la miseria del pobre: el primero las elude; el segundo escapa de ellas; uno rasga el velo, el otro lo atraviesa. No basta con tener ciudadanos y con protegerlos; es preciso, además, cuidar de su subsistencia. Satisfacer las necesidades públicas es una consecuencia evidente de la voluntad general y el tercer deber esencial del gobierno ENTREVISTA DR EMILIANO POR HECTOR HIDALGO SANCHEZ "TODOS UNIDOS POR MORENA" https://youtu.be/uLdbv2_qi-Y vía @youtube

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