viernes, 25 de agosto de 2017

Expediente 2017: Tres reporteros asesinados en la era de Yunes

19 de marzo, 2017. El periodista Ricardo Monlui Cabrera es asesinado en Yanga, frente a su esposa y su hijo.

9 de julio, 2017. El camarógrafo hondureño, Edwin Rivera Paz, refugiado en Acayucan, esperando asilo filmaba un documental sobre los migrantes en Veracruz, asesinado en la vía pública por sicarios trepados en una motocicleta.

22 de agosto, 2017. El reportero y activista social, Cándido Ríos Vázquez, es asesinado afuera de un Oxxo en Juan Díaz Covarrubias. Estaba cobijado en las medidas cautelares de la secretaría de Gobernación. Era corresponsal del “Diario de Acayucan” y tenía un periódico, “La voz de Hueyapan”.

Tres trabajadores de la información asesinados en el llamado “gobierno del cambio”. El primer gobierno panista en la historia local, luego de 85 años de hegemonía priista.

El sexenio más aciago para los medios en Veracruz fue el anterior. El duartazgo. 19 diaristas asesinados. Veracruz, declarado “el peor rincón del mundo para el gremio reporteril”.

En el primer año de Javier Duarte, 2011, cuatro reporteros fueron asesinados (Noel López Olguín, de Acayucan, y Miguel Ángel López Velasco, Misael López Solana y Yolanda Ordaz de la Cruz, de Notiver en el puerto jarocho.

Uno más, Gabriel Fonseca, de Acayucan, desaparecido.

En casi nueve meses de Miguel Ángel Yunes Linares, van tres diaristas ejecutados.

Nadie, claro, hoy, puede levantar el dedo flamígero diciendo que la yunicidad estaría (y perdón por la temeridad) involucrada.

Ninguna duda existe que los carteles y cartelitos, los políticos y policías aldeanos, estarían “meciendo la cuna”, entre otras cositas, para que Veracruz siga como un río de sangre, un valle de la muerte, mostrando todos los días el puño y el músculo al gobierno de Veracruz.

Pero al mismo tiempo, si tres reporteros han sido asesinados en 8 meses y 26 días de la yunicidad, entonces, y entre más tiempo transcurra sin detener a los culpables, los malandros más se crecerán al castigo.

Basta recordar la historia anterior: con Javier Duarte mataron al primero y al segundo y al tercero y al cuarto y nada pasó. Nunca, jamás, nadie fue detenido. Un día, el número de la muerte (diecinueve reporteros y fotógrafos ejecutados) significaba el peor infierno del mundo.

Claro, a Duarte y los suyos (Arturo Bermúdez Zurita, Felipe Amadeo Flores Espinoza y Luis Ángel Bravo Contreras) siempre les valió.

 

LOS PEORES AGRAVIOS

 

Caso Ricardo Monluí: asesinado por un tirador solitario.

Caso Edwin Rivera: dos sicarios lo ejecutaron en la vía pública.

Caso Cándido Ríos Vázquez: dos pistoleros lo asesinaron frente a un Oxxo. Cuatro balazos.

Veracruz, igual que en el Medio Oeste de las películas norteamericanas. Sicarios a sueldo. Sicarios al servicio de. Pistoleros profesionales… que tenían claro y nítido el objetivo siniestro y sórdido.

Ricardo Monluí, ligado siempre a los líderes del campo cañero. Incluso, fue jefe de prensa de uno de ellos…, en una región donde este año han asesinado a cuatro dirigentes.

Edwin Rivera, amigo y compañero de trabajo de un reportero asesinado en Honduras. Huyó del pueblo. Se refugió en Acayucan. Ahí, la muerte lo alcanzó.

Cándido Ríos, amenazado de muerte por un ex presidente municipal. Quizá más que por el periodismo que ejercía (era corresponsal y voceador, que vendía trescientos ejemplares diarios), por su activismo social abanderando causas sociales “de los pobres entre los pobres”, enfrentado a la autoridad local.

Vaya paradoja: la zona sur de Veracruz, de Acayucan para adelante, con epicentro en Coatzacoalcos, la región más peligrosa y más riesgosa y más siniestra del territorio jarocho.

Claro, compartiendo honores con Córdoba, donde el obispo Eduardo Patiño Leal ha presidido marchas en la ciudad acompañado de feligreses rogando a Dios y al dios terrenal parar, frenar, detener, disminuir la masacre.

Otra paradoja: el periódico “El Liberal”, con sus filiales, entre ellos, el “Diario de Acayucan” y el “Diario de Cardel”, con más cruces de reporteros.

Entre ellos, Gregorio Jiménez de la Cruz (5 de febrero, 2014) y Cándido Ríos Vázquez (22 de agosto, 2017).

Además, Gabriel Fonseca, desaparecido el 17 de septiembre de 2011. Y Sergio Landa Rosado, desaparecido el 23 de enero de 2013, y quienes seis y cuatro años después sin una noticia sobre sus vidas, sabrá el Dios de cada quien… el destino de cada uno.

 

NEPOTISMO, LO ÚNICO PRIORITARIO

 

Javier Duarte y los suyos se fueron y dejaron pendiente la justicia para los familiares de los diecinueve colegas asesinados, más tres desaparecidos.

En algunos casos, les resultó fácil “lavarse las manos” felices de que la Procuraduría General de la República, PGR, atrajera el caso, y en donde igual que la emboscada y asesinato del dueño del periódico “La Opinión” de Poza Rica, Raúl Gibb Guerrero (8 de abril, 2005), nunca, jamás, se ocuparon del caso… por más y más, ajá, que Yunes Linares se lo quitara a Fidel Herrera Beltrán para que lo llevara la PGR de Vicente Fox Quesada.

Casi nueve meses después, la Fiscalía azul jamás se ha ocupado de aquellos diecinueve crímenes, pues para ella el único pendiente es seguir encarcelando al mayor número de duartistas…como tampoco le ocupan ni preocupan los desaparecidos y secuestrados y asesinados y sepultados en fosas clandestinas cuya causa abandera el Solecito.

Y menos lo hará con los tres reporteros asesinados en el bienio que corre.

Lo peor, el mismo desdén del duartazgo ahora en la yunicidad. “¿Cuál prisa, dijo el Fiscal imberbe, Eduardo Coronel Gamboa al Solecito, si están desaparecidos?”.

Lo más siniestro es que luego de haberlo dicho tal cual (martes 30 de mayo, 2017), el muchachito sigue ahí, como si nada.

Por una sola razón: a la yunicidad le vale.

Más desaparecidos, más secuestrados, más ejecutados habrá, y nada pasará. El único objetivo es el proyecto político familiar.

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